jueves, noviembre 10, 2011

el teléfono celular...

Llego a casa de mi hermana de visita, saludo con mis sobrinitas y empezamos a conversar, de cómo va el trabajo, la vida, el clima, la política y mil cosas más.  De vez en cuando mi sobrina sube la cabeza para contestar algo, el resto del tiempo vuelve a su postura cómoda de leer en su smartphone alguna cosa que le parece cómica o muy interesante.  De repente se me cruza por la cabeza decirle “enana vas a conversar con nosotros o con tu teléfono?” a modo de burla, luego me quedo callado y pienso en lo que me decían mis padres y maestros en cuanto al bendito walkman… guardé silencio y la dejé en paz… 
 
Se me vino a la cabeza las mil veces que me preguntaban que para qué tenia el un audífono puesto y el otro no… simplemente contestaba que era para poder escuchar lo que decía el resto.  Y claro los escuchaba pero con música del otro lado.  Recuerdo las clases con algo de música y las reuniones también, es ahí cuando se me ocurre que los adolescentes de hoy no están embobados con los teléfonos… y me puse a pensar en mi adolescencia y en la de mis primos y amigos… éramos chicos que salíamos a la calle a jugar pelota, a patinar, a andar en bicicleta, en fin a salir de casa, reunirse con otros, tener amigos de barrio.  Las hermanas, primas y amigas pasaban largas horas encerradas en su cuarto hablando mil horas por teléfono.
La verdad creo que no pasábamos mucho tiempo entre adultos, eso era aburrido, muy aburrido.  Ahora como los chicos ya no salen en mi humilde opinión por la cultura de miedo en la que vivimos, así pues, su escape es mental, supongo… juntos “en teléfono por no decir en espíritu” con sus amistades, comentando cosas, conversando, cosas que antes hacíamos en vivo y en directo y que hoy no pueden hacer juntos por problemas de distancia, horarios o seguridad. 

Me parece injusto que se crea que los adolescentes están alienados por usar sus teléfonos, simplemente son adolescentes, esa linda etapa de la vida donde las cosas más simples pueden ser el causal de la tragedia más grande.  Cuando el no saludar a una amiga podía hacer que se enoje, cuando no podías salir de casa hasta no tener el peinado que más te gustaba, y a pesar de lo que dijeran en casa tú te veías mal y ya no querías salir a la fiesta o salir en las fotos, o cuando un permiso no dado podía arruinar por entero tu vida… por suerte la adolescencia no se repite…


Mañana será otro día, tal vez mejor que hoy... Qué me traerá el cambio de piel...